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28/08/2023


En la encrucijada de la existencia, surge la pregunta eterna que ha inquietado las mentes a lo largo de los siglos: ¿Ser, o no ser? Esta interrogante, que trasciende los confines del tiempo y el espacio, continúa resonando en la psique humana como un eco persistente. Imaginemos por un momento y con detenimiento esta imagen plasmada en el lienzo de la conciencia: un planeta que refleja el cráneo humano, observado por un autómata humanoide, engendrado por la misma humanidad que habita este cráneo terrenal. Un mundo moribundo, en simbolismo, refleja cómo nuestra humanidad se encuentra en la balanza del Ser y el No Ser.

La relación entre el Ser y el No Ser es una cuestión profunda que penetra las capas más internas de nuestra naturaleza. El acto de Ser, de abrazar nuestra humanidad en su plenitud, se cierne en un delicado equilibrio con la sombra que proyectan la hipocresía y el individualismo. ¿Qué significa realmente "ser más humanos"? En este contexto, se trata de despojarnos de las máscaras que ocultan nuestra autenticidad, de desafiar las normas que separan a los seres humanos y de buscar la conexión con nuestra esencia compartida. Por otro lado, el camino hacia el No Ser, hacia la desconexión y la superficialidad, es a menudo tentador. En nuestra era, la distancia entre las personas se agranda, y la mirada del autómata ante el cráneo-planeta de aquella imagen mental refleja esta disonancia. La paradoja de observar a nuestros semejantes como extraños, como si perteneciéramos a diferentes esferas, pone de manifiesto la desconexión que se ha arraigado en nuestra sociedad. Esta desconexión, que borra los lazos de empatía y comprensión, nos encamina hacia un futuro incierto.

El telón se alza en la convergencia de dos caminos divergentes. Por un lado, el Ser agoniza bajo las cargas auto infligidas y la presión de los No Seres. Las expectativas sociales, las presiones económicas y la maquinaria del consumismo contribuyen a sofocar la llama del Ser interior. Por otro lado, el No Ser se afianza como un horizonte atractivo para aquellos que desean moldear a la humanidad en función de intereses ajenos. Los hilos invisibles de poder económico manipulan las cuerdas del No Ser, urdiendo una marioneta consumista, incapaz de resistir la atracción de deseos efímeros.

La era del autómata es más que un relato sobre avances tecnológicos. El autómata humanoide, a primera vista una creación de cables y circuitos, se entrelaza con lo animal y lo humano en una danza compleja. En un giro sorprendente, el autómata se acerca a sus raíces primigenias mientras se lanza hacia adelante, hacia lo moderno. Esta evolución invertida, que retrocede hacia lo primordial mientras se avanza en la historia, es un recordatorio vívido de la contradicción que enfrentamos.

La dicotomía entre el Ser y el No Ser se manifiesta en las elecciones individuales que definen nuestro destino colectivo. El entramado de la manipulación psicológica y la supresión de la racionalidad en favor de deseos instantáneos refleja el ingenio de los poderes económicos. La alienación de la identidad en pos de la pertenencia a una manada consumista revela la astucia detrás de esta transformación.

La esencia misma del Ser, inquebrantable e indivisible, es la antítesis del consumismo desenfrenado. El Ser no se doblega ante las artimañas del No Ser, sino que persiste en su búsqueda de significado y autenticidad. En una época en que los vientos del cambio soplan con intensidad, debemos recordar que solo el Ser puede ser el salvador de nuestra humanidad. En este contexto, las palabras de Søren Kierkegaard, filósofo danés del siglo XIX, resuenan con un eco profundo: "La mayor tentación es vivir de manera pasiva y conformarse". Kierkegaard, defensor de la autenticidad y el individualismo, instaba a las personas a resistir la corriente y abrazar su existencia única. De manera similar, el filósofo existencialista Albert Camus planteaba preguntas incisivas sobre la vida y la muerte, resonando con la dualidad del Ser y el No Ser.

Entonces, a fin e cuentas, este paisaje de claroscuros en el que nos encontramos inmersos, la dualidad entre el Ser y el No Ser emerge como un enigma que trasciende generaciones y fronteras. Este enigma, esta pregunta fundamental que resuena desde los pasillos del tiempo, nos invita a contemplar los matices de nuestra existencia y las profundas implicaciones de nuestras elecciones. En la encrucijada de nuestras vidas, estamos llamados a discernir entre abrazar nuestra esencia más auténtica o ceder a las tentaciones del No Ser, ese oscuro abismo que acecha con su promesa de complacencia instantánea.

La relación entre el Ser y el No Ser no es una simple disyuntiva abstracta, sino un reflejo de las verdades más intrínsecas de lo que significa ser humano. Cuando optamos por Ser, abrazamos nuestra humanidad en toda su complejidad, enfrentando las aristas de nuestras imperfecciones con valentía y buscando la conexión con nuestros congéneres en una danza de empatía y comprensión. En esta elección consciente, encontramos el potencial para trascender la superficialidad y el egoísmo, y construir un tejido social enriquecido por nuestra diversidad y unidad compartida. En contraste, el camino del No Ser nos seduce con sus falsas promesas de satisfacción inmediata y la búsqueda de gratificación efímera. Nos arrastra hacia la fragmentación de nuestras identidades, hacia la ilusión de pertenecer a una manada consumista que sigue ciegamente las señales del mercado. Este sendero, aunque tentador, nos aleja de lo que nos hace humanos, limitando nuestra capacidad de pensar críticamente y de vivir con autenticidad.

Los ecos de pensadores como Kierkegaard y Camus resuenan en este debate perenne. Kierkegaard, con su llamado a la autenticidad y su cuestionamiento de la vida complaciente, nos exhorta a mirar más allá de las apariencias y a explorar el sentido profundo de nuestras vidas. Por otro lado, Camus, con su exploración de la absurda condición humana, nos desafía a encontrar significado en medio de la aparente falta de propósito, recordándonos que incluso en la lucha entre el Ser y el No Ser, hay una belleza en la búsqueda misma.

De todas maneras el desenlace de esta encrucijada recae sobre nosotros, en nuestras decisiones diarias, en cómo navegamos las corrientes de la modernidad y en cómo nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos. En un mundo cada vez más inundado por distracciones superficiales y enajenación digital, la elección de Ser se convierte en un acto de resistencia, una afirmación de nuestra humanidad y una búsqueda de trascendencia. A medida que enfrentamos las luces y sombras de la era del autómata humanoide, recordemos que, en última instancia, es la esencia misma del Ser lo que puede iluminar el camino hacia una humanidad más auténtica y consciente.

Lic. Nelson J. Ressio.


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