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12/08/2023


Cuando suelo explorar los confines de la realidad mediática contemporánea, puedo llegar a esgrimir una reflexión que ha sido gestada y fortalecida dentro de mi, a lo largo de varias décadas. La idea de que ciertos sucesos son cuidadosamente orquestados con anticipación, como el incendio en Hawaii, se entrelaza con otros elementos que, a primera vista, parecen converger en el escenario público. Este mosaico de circunstancias resuena de manera innegable con el Mito de la Caverna, una alegoría propuesta por el filósofo Platón. En esta analogía, las sombras proyectadas en la pared encapsulan la percepción limitada que la mayoría de las personas tienen de la realidad, enfocándose únicamente en las apariencias y pasando por alto las complejidades subyacentes. El desafío consiste en contemplar tanto las sombras como los agentes que las engendran, un punto de vista que requiere abrazar la dualidad inherente a nuestra existencia.

Dentro de este enfoque, la sociedad moderna personifica un papel análogo al cautivo en la caverna, confinando su mirada a las sombras que son proyectadas por la pantalla de los medios de comunicación. Las noticias, en calidad de intermediarios entre el mundo exterior y las masas, actúan como las representaciones en la pared. Sin embargo, al igual que el prisionero de la caverna desconoce el origen de las sombras, las personas a menudo se contentan con una visión superficial, depositando su confianza de manera ciega en la veracidad de lo que se les presenta. La llave que abre las puertas de la comprensión en profundidad radica en la aceptación plena de ambas caras de la dualidad: la lógica y la ilógica, la verdad y la mentira, lo observable y lo especulativo.

No obstante, esta perspectiva de aceptación no implica negar el discernimiento crítico. Más bien, se trata de elevarse por encima de las restricciones de la percepción unilateral. En el ejemplo hipotético de un árbol que supuestamente fue derrumbado por una tormenta, la verdad no reside únicamente en una versión de los acontecimientos. Más allá de la primera impresión, cuando otro medio de comunicación presenta una versión distinta, como por ejemplo, la afirmación de que ese mismo árbol siempre estuvo torcido, creció de esa manera, emerge la necesidad de abrazar ambas interpretaciones. La verdad no está confinada a un único bando; la dualidad alberga la multiplicidad de perspectivas que conforman el entramado mismo de nuestra realidad, más allá del constructo verídico o no, respecto de aquella hipotética noticia del árbol caído o del mismo árbol que ha crecido torcido.

Aceptar la dualidad es análogo a observar una pintura desde distintos ángulos. Las sombras en la pared representan una perspectiva, una versión de la realidad, mientras que los seres y objetos que las generan constituyen otra dimensión. Al adoptar esta visión holística, emergen las manos del "Arquitecto", la fuerza que da forma a nuestra percepción colectiva. Sin embargo, la identidad de este Arquitecto permanece oculta, al igual que los actores detrás del telón de sombras en la alegoría de Platón. Los individuos públicos, aquellos cuyos rostros son reconocidos, no poseen la autoridad última. Aquellos que han internalizado la dualidad, que han abrazado tanto lo lógico como lo ilógico, emergen como los visionarios que captan la complejidad del tejido social.

El conflicto inherente a la dualidad es una fuente de crecimiento. La humanidad avanza cuando los extremos chocan y, finalmente, colaboran para encontrar terreno común. Mientras que la mayoría oscila entre los extremos, aquellos que han abrazado la dualidad acceden a una perspectiva panorámica, capturando una visión más amplia y trascendental. Al aceptar las verdades incómodas junto con las cómodas, se encuentra la clave para acceder a la esencia misma del intrincado plan que rige nuestro futuro como especie.

Y para concluir este análisis sostenido por mi entendimiento respecto de la complejidad que le da estructura a este planeta, el paradigma de abrazar la dualidad surge como una luz en la oscuridad de la percepción limitada. Como aquel que emerge de la caverna, el individuo que acoge tanto las sombras como sus fuentes, tanto a la noticia del árbol devastado por una tormenta como a la noticia del mismo árbol que ha crecido a ras del suelo, desarrolla la agudeza para percibir más allá de la superficie. El tejido mediático se convierte en un enigma en constante evolución, tejido por fuerzas tanto visibles como invisibles. Los "otros", aquellos que comprenden que la realidad es un caleidoscopio de interpretaciones, asumen el rol de navegantes en este mar de dualidades, guiando a la humanidad hacia un futuro donde la auténtica comprensión trasciende las apariencias.

Lic. Nelson J. Ressio.


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