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25/11/2015



Si se os pregunta: ¿Qué es el silencio? Responded, “la primera piedra del templo de la sabiduría”.


Sentencia Pitagórica.


Guardando silencio, comprendes; hablando, hablas. El pensamiento concibe la palabra en el silencio y sólo la palabra del silencio y del pensamiento es salvación.

El Silencio Hermético.


Para escribir este artículo, –del mismo modo que lo trato de hacer siempre que escribo cualquier otro–, he elegido, el momento y el lugar preciso, dentro de mi hogar -o dentro de mi propia mente-, en donde reinara el silencio, –algo no muy difícil de hallar si uno se lo propone–, ya que tuve la necesidad, de que estas palabras, y que he escrito aquí, sean del producto de mi conciencia enmarcada dentro de un casi absoluto silencio, y que dichas palabras contengan, en su esencia, el efecto de esa tan necesaria afonía, solo interrumpida por el leve y apagado sonido del lápiz sobre el papel, o de las teclas de una computadora.

En el comienzo, cuando no existía ni tiempo, ni materia, ocurrió el Logos, el Verbo, la primera palabra que provino desde la Unidad, es decir, desde el Arquitecto Universal, concepto que algunos lo llaman de diferentes maneras, pero comúnmente enmarcados en un solo nombre genérico: Dios; desde el silencioso, oscuro y frío infinito, con lo cual, aquel Verbo, condujo al inicio del Diseño Arquitectónico de Nuestro Universo, mas no así, a la posterior Creación en si misma, Universo que hoy en día es lo que es, gracias a aquella primera palabra comenzada a pronunciar por la Unidad, pero que también es lo que es, gracias a un Demiurgo que supo desdoblar la palabra de aquella Unidad, en esta dualidad que hoy caracteriza a nuestro actual Universo, ese algo, ese Demiurgo, que estuvo mas acá de aquel Arquitecto Universal, y que se basó en la verdad primordial que determinó el pensamiento de éste último, –en su Nous Divino–, es decir, que se basó en las fuerzas fundamentales de la naturaleza; todo esto, sucedió a partir de aquella gran afonía infinita. El Arquitecto Universal solo proporcionó la Unidad, el plano arquitectónico único respecto del cual, el Demiurgo se encargó de interpretarlo y ejecutarlo, por intermedio de su inherente dualidad, de manera tal, de llevar a cabo la Creación. Ambos, el Arquitecto Universal, –el diseñador–, y el Demiurgo, –el constructor y a la vez destructor–, son grandes creadores, pero lo que los diferencia a uno del otro, es aquella primera palabra… palabra primordial solo proveniente desde la Unidad en el silencio del infinito, palabra que, únicamente se corresponde a la Gran Idea, al Gran Diseño, mientras que el proceso Demiúrgico, el de construcción, es tanto creador como destructor, es dual, sus palabras son ruidosas, como las del ser humano extravertido, y el silencio para aquel, es solo una ilusión revestida de utopía. 

El silencio, ese “lugar sin lugar”, ese “tiempo sin tiempo”, esa inestimable cúpula invisible que deja fuera a toda eufonía que intente anular nuestro uso de razón, no es otra cosa que la manera mas acertada de encontrarnos a nosotros mismos, de entablar una comunicación biunívoca con nuestro otro Ser, Ser que desde lo profundo de la psique, nos intenta recordar a cada instante de nuestra innegable dualidad evolutiva, que nos quiere mantener atrapados en una duplicidad de bajas pasiones, que pulsiona a cada momento para que nuestra conciencia se vea enrarecida por los efectos de los múltiples egos que acechan desde lo profundo de aquella dualidad que heredamos desde el Demiurgo; aquel silencio, que nos invita a encontrar la unidad de aquella dualidad; aquel silencio, que nos ofrece la posibilidad de ser Uno con el Universo; aquel silencio, que nos da la posibilidad de comprender que somos capaces de transmutar dualidad por unidad, bajas pasiones por la Luz de la Razón; aquel silencio, que nos deja el camino libre para que podamos entender nuestros orígenes evolutivos de manera tal de que seamos capaces de encontrar nuestro destino; aquel silencio, que nos protege como si fuera un campo de fuerza contra todo intento, de parte del mundo exterior eufórico y eufónico, de que alejemos la mirada puesta en nosotros mismos, para retroceder y quedarnos viendo hacia el afuera; aquel silencio, que no nos impone otra cosa que nuestra propia voluntad y vocación, para que sean aplicadas en nosotros mismos y en todo lo que hacemos dentro de todos los órdenes de la vida; aquel silencio, que si es muy profundo, nos deja escuchar sus únicos e impersonales sonidos, sonidos que solo provienen desde nuestro propio Ser; aquel silencio, que no impone ni dicta ninguna regla, de manera tal, de que seamos nosotros mismos los que nos sintamos en la libertad de definirlas; aquel silencio, que nos da la posibilidad de oro, de ir muy lejos con nuestros pensamientos; aquel silencio, que prepara el templo humano para que muchos conformemos una sola mente bajo un templo material; aquel silencio, que con la sabiduría del Egrégor, de ese ente supraconciente, de esa conciencia colectiva, y a la vez única, bajo un mismo cielo de estrellas, que es representada por la Luz de la Razón; gracias a aquel silencio, los desafíos, –que en cualquier lado, pero especialmente, en el propio lugar de cada uno de nosotros–, se realicen, serán impregnados por aquellas virtudes, que innegable y desinteresadamente nos brinda el silencio.

Ese silencio, que dentro de lo posible, solamente debe ser interrumpido por palabras… por palabras revestidas de acción y no de reacción, de creación y no de destrucción, de conciencia despierta y no de sonambulismo de vigilia, de innegable empatía y no de egos limitantes, de evidente vocación y no de un simple acto de escritura, de trascendencias y no de inconsecuencias, de carismas y no de indiferencias, de fuerzas explícitas y no de debilidades implícitas, de inteligencia colectiva y no de postergación unipersonal… es decir, que cada palabra, cada frase, cada argumento, cada escrito, conlleven implícitos, la riqueza de aquellas virtudes que provee el silencio, silencio éste, que en todo momento soporta el intento de aniquilación por parte de la evidente crisis de virtudes, de individualismo y de egolatría que la sociedad actual está sufriendo. Mientras esto último continúe, ese silencio humanizador a todas luces, seguirá relegado sobre unos pocos seres despiertos, sin poder expandirse, como norma humanista y pacificador, hacia todos los rincones sociales.

La sociedad actual necesita ser humanizada y pacificada, en todos los niveles, pero partiendo primero, desde las currículas escolares queridos lectores, y lo pide a gritos, “humanizando por medio de un mayor porcentaje de materias humanísticas aplicadas in situ, que de materias técnicas”; pero la otra manera de humanizar a la humanidad, valga la redundancia, estimo yo que es, comenzando a entender el silencio y los beneficios que porta el intercalarlo entre muchos aspectos de nuestras vidas cotidianas como Homo Sapiens Sapiens, y además, humanizando a partir de nuestros escritos -dedicados a crear conciencia- creados silenciosamente, ya que, si no es así, si nuestros pensamientos plasmados en escritos, se realizan bajo los mismos aspectos ruidosos del mundo Light, desde mi punto de vista, la sociedad ruidosa, banal y externalizada de hoy en día, terminará entendiendo, –y ya lo está haciendo–, que esta vida de ruidos y de imágenes que bombardean constantemente nuestras sobreexigidas percepciones, es lo normal, y para ese momento, no existirán muchas mentes iluminadas por la Razón, que puedan revertir a tiempo la mencionada situación social. El silencio, sobrepuesto con inteligencia al razonamiento de los que piensan y deciden en este mundo, el silencio, actuando sobre las personas –y por decisión de éstas– que tienen una gran responsabilidad por sobre una determinada porción de la sociedad, ya sea en los ámbitos políticos, sociales y/o económicos… ese silencio causal y su efecto resultante, detrás de cada una de estas mentes, repercutirá en una disminución progresiva, –aunque lenta–, de aquella contaminación de las percepciones humanas por los ruidos e imágenes que no dejan que el ser humano comience a mirarse a si mismo, que impiden la vida introspectiva, que no dejan que el individuo salga de ese capullo irreal que lo mantiene como una simple oruga, como un gusano, que únicamente se arrastra, en lugar de poder liberarse de aquella cápsula, para ser lo que verdaderamente somos en esencia, –y aunque muchos no sean conscientes de ello todavía–, seres con alas, seres libres, seres que a partir de las herramientas arquetípicas que estructuran nuestra imaginación e intuición, aprendemos a valernos de ellas, para volar desde el microcosmos hasta el macrocosmos, –y viceversa–, seres transmutados, que al igual que las mariposas Monarcas, debemos aprender a volar y a ser nosotros mismos, muriendo como orugas y renaciendo como Monarcas. El silencio nos da alas, mientras que el ruido nos las quita. El silencio potencia de sobremanera nuestros actos de concebir la palabra, mientras que el ruido obstaculiza y confunde el entendimiento. El silencio provee un ambiente propicio en donde una mente colectiva se pueda conformar, mientras que el ruido solo disgrega todo lo que encuentra a su alcance. El silencio libera, nos hace creativos, nos vuelve intuitivos, nos ayuda a conectarnos con nuestra psique individual, con nuestra divinidad, con nuestros propios dioses, es decir, con nuestro inconsciente y sus pulsiones pasionales, mientras que el ruido nos encarcela, y se adueña de nuestra atención, dejamos de intuir, evita que luchemos contra aquella dualidad de la que hacía referencia al principio. El silencio nos acerca a la Unidad, mientras que el ruido nos devuelve a la dualidad de las bajas pasiones… nos mantiene casi como Demiurgos.

Si desde nuestro lugar en el Universo, tratamos de entender al mundo, a través de nuestros escritos u oratorias, sin valernos de aquel halo de silencio que debe cubrirlos –y cubrirnos– permanentemente, algún día, el silencio desaparecerá, y el ruido se saldrá con la suya, la introspección será cosa del pasado y la vida externalizada será cosa del presente, y el mundo deshumanizado, sucumbirá bajo una gran crisis futura, crisis que terminará con lo que hoy entendemos como humanidad.

Para finalizar queridos lectores, nuestros pensamientos, externalizados oralmente o en escritos, desde mi parecer, deben ser concebidos en el mas absoluto silencio del que uno pueda llegar a disponer en el mundo de hoy en día, ya que, si bien lo utópico, a veces es un tanto inalcanzable, aquel silencio deseado del que les hablo, debería ser muy parecido a éste queridos lectores ... ... ... a este silencio que hoy se intercala entre cada una de mis palabras escritas en este artículo ... ... ... a este silencio que hoy nos agrupa bajo el nombre de esta Página Web ... ... ... a este silencio, que en cada reunión de seres pensantes, nos abraza a todos por medio de su “tiempo sin tiempo” y de su “espacio sin espacio” ... ... ... es a este silencio queridos lectores ... ... ... al que debemos invocar y enseñar, para que las palabras dichas oralmente, o plasmadas en escritos, estén revestidas por la sabiduría proveniente desde aquel primer Logos, desde aquel Verbo Primordial, que dio paso a la posterior Creación del Universo por las manos duales del Demiurgo.

Las palabras, además de neutras, pueden ser tanto constructivas como destructivas; por ello, es que debemos convertirnos en verdaderos arquitectos y constructores de nuestras palabras virtuosas, las que tendrán una diferencia sustancial y muy poderosa que las aleja de las destructivas ... ... ... el silencio.





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