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16/07/2023


Entre el aparentemente infinito universo de experiencias humanas, hay momentos en los que nos encontramos frente a una ventana vidriada, antigua y desgastada por el paso del tiempo. Detrás de ese cristal, se oculta una oscuridad espeluznante que despierta nuestra curiosidad y nos invita a explorar lo desconocido. A medida que nos acercamos, una sensación de intriga y misterio se apodera de nosotros, pero debemos recordar que no hay razón para temer. Es en ese instante cuando el inconsciente se prepara para lo inesperado, cuando nos adentramos en la introspección y conectamos con nuestro animal interior.

Imaginemos ese momento en el que nos aproximamos más, lentamente, mientras la negrura se hace más densa detrás del cristal. Nuestro aliento se convierte en una neblina inusualmente fría que empaña la ventana, y una gota de terror se desliza desde nuestra lengua. Es en ese instante que nuestra mente racional intenta tranquilizarnos, asegurándonos que no corremos peligro alguno. Sin embargo, nuestro animal interior, agazapado durante tanto tiempo, comienza a rugir y a buscar la manera de manifestarse. Puede que intente atacar o que busque una ruta de escape, pero no debemos ceder ante el impulso de huir. Es en estas ocasiones, en los momentos en los que nos adentramos en la oscuridad, cuando nos encontramos con un simple cristal cuadriculado que nos separa de un húmedo y largo pasillo de figuras deformadas por el vidrio irregular. La piel se eriza, y una sensación de incomodidad se apodera de nosotros. Es en esos momentos cuando nuestros miedos más profundos amenazan con volverse realidad. Sin embargo, debemos recordar que el deber de enfrentar a nuestros temores es la única forma de superarlos.

Al igual que en el relato anterior, este encuentro con la ventana vidriada y la negrura tras ella representa una metáfora de los desafíos que enfrentamos en la vida. A veces, nos encontramos frente a situaciones aparentemente aterradoras y desconocidas, pero es importante recordar que dentro de nosotros reside una fuerza ancestral y salvaje. Es el llamado de nuestro animal interior, una parte de nosotros que está conectada con nuestros instintos más primitivos y nos impulsa a enfrentar lo desconocido con valentía.

En el ámbito psicológico, este fenómeno se asemeja al concepto de la sombra, propuesto por el psicólogo suizo Carl Jung. La sombra representa aquellos aspectos ocultos y reprimidos de nuestra personalidad, los cuales tendemos a negar o ignorar. Sin embargo, al confrontarla y reconocerla, podemos integrarla y encontrar un equilibrio interno.

En la historia de la literatura y el cine, encontramos numerosos ejemplos de personajes que se enfrentan a la oscuridad tras una ventana vidriada. Desde los clásicos relatos de terror gótico hasta las modernas películas de suspense psicológico, esta imagen evoca un sentido de suspenso y anticipación en el espectador. Nos sumerge en un mundo en el que lo sobrenatural y lo racional se entrelazan, desafiando nuestra percepción de la realidad y despertando nuestras emociones más primitivas.

El fenómeno de enfrentarse a la negrura tras una ventana también puede relacionarse con la noción de lo desconocido y la exploración de lo oculto. En diferentes culturas, existen rituales y prácticas que buscan adentrarse en lo misterioso para obtener conocimientos y revelaciones. Por ejemplo, en la antigua tradición chamánica, los chamanes se sumergían en estados alterados de conciencia para conectarse con su animal interior y obtener sabiduría de los espíritus. Este tipo de experiencias trascendentales pueden abrir nuevas puertas de comprensión y transformación personal. En nuestra vida cotidiana, también podemos encontrar ventanas vidriadas que representan desafíos y oportunidades para el crecimiento personal. Puede ser una conversación difícil que debemos enfrentar, una decisión importante que requiere valentía o una situación desconocida que nos confronta con nuestros propios límites. Estas ventanas, aunque aterradoras en un principio, nos ofrecen la posibilidad de expandir nuestros horizontes y descubrir nuevas facetas de nosotros mismos.

En cierta medida, la experiencia de acercarse a una ventana vidriada y enfrentarse a la oscuridad que se esconde detrás de ella nos conlleva a explorar nuestra propia naturaleza humana. Nos desafía a conectar con nuestro animal interior, a confrontar nuestros miedos y a buscar la integración de nuestras sombras. Es un recordatorio de que dentro de nosotros reside una fuerza ancestral y salvaje, capaz de enfrentar cualquier desafío que se nos presente.

Así que, la próxima vez que te encuentres frente a una vieja y desgastada ventana cuadriculada de vidrio, no temas. Atrévete a acercarte, a contemplar la espesa negrura detrás del cristal y a despertar a tu animal interior. Deja que tus instintos te guíen hacia lo inesperado y descubre nuevas dimensiones de tu ser. Recuerda que solo al enfrentar nuestros miedos más profundos, podemos verdaderamente liberarnos y encontrar la plenitud en nuestra existencia.

Lic. Nelson J. Ressio.


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