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17/03/2015


He escuchado por ahí, una frase muy particular; frase que, como resultado de observar la primera impresión de quien la escucha, aparenta estar cargada de una verdad inocultable, y de un mensaje de precaución, para quienes tienen ansias de saber, para aquellos buscadores de verdades perdidas, para aquellos que se mueven por las sendas de la lectura analítica ininterrumpida, para aquellos que surcan las agitadas aguas de las dudas razonables, para aquellos que optan por recorrer las carreteras de la lógica silogística y para todos los que optamos -además de lo anterior- por hacer de nuestras vidas, una acumulación de Luz, sin importar cuanta Luz podamos retener, porque la Luz del conocimiento y de la sabiduría, nunca enceguece, nunca lastima, nunca daña; pero si daña, -y a veces sin quererlo-, quien intenta frenar en el otro, ese proceso y esa decisión de portar su propia Luz de la manera en que este pueda absorberla.

Entonces tenemos dos personas, la que porta la Luz, sin tener en cuenta la Luz que desee absorber y reflejar, y quien porta la oscuridad, y es esta segunda persona, la que suele esgrimir -y reitero, a veces sin quererlo- aquella frase totalmente equivocada y que solo sirve de justificación a su ceguera intelectual y a su intento de callar, de tapar la linterna con la mano Derecha, de evitar que el primero continúe iluminándose a si mismo y por si mismo, y por ende, a los demás.

¡Pero que frase tan equivocada! ¿Demasiada Luz enceguece? Es decir, ¿demasiada búsqueda del saber, nubla la razón? Demasiados intentos de comprensión del mundo y del universo, por medio de la adquisición de conocimientos, de cualquier índole y de cualquier fuente, ¿nos embrutece y nos convierte en irascibles? Demasiadas ansias de saber y de comprender, ¿nos vuelve oscuros? Demasiadas noches sin dormir pensando en esa revelación que no nos deja conciliar el sueño, ¿nos adormece intelectualmente? Demasiado ímpetu por comprender diferentes puntos de vista, por medio de la lectura y análisis de la mayor cantidad de textos que se pueda leer, ¿nos hace caer en un oscuro pozo sin fondo que nos conduce a la necedad intelectual? Demasiada rienda suelta a nuestro libre albedrío y a nuestra capacidad de "atar cavos sueltos", ¿nos conduce a que no podamos ver la inmensidad de lo que se esconde detrás de la primera línea de árboles? Demasiada y rápida acumulación de datos, los cuales, en algún momento, serán conocimiento, y en otro posterior, serán sabiduría, por mas que aquellos primeros datos no los comprendamos al principio, ¿nos conduce a una ceguera epistemológica? 

Pero, vuelvo a preguntar... ¿se puede creer en la veracidad de tan disparatada frase? ¿Realmente, demasiada Luz enceguece? O es una manera de repetir, cual loro, una costumbre que ya no tiene lugar para análisis en este mundo que necesita Luz? Es que, este mundo debe ser Iluminado lo mas posible, sin que quede lugar para la oscuridad; y aunque de momento quedemos ciegos por tanta Luz, -debido a esa especie de altruismo, ese aceptar quedarnos un tiempo sin ver, a cambio de Brillar después con los ojos bien abiertos- a posteriori, seremos nosotros mismos los verdaderos portadores del conocimiento.

En lo que a mi respecta, dicha frase se encuentra dirigida indudablemente, a que optemos por frenar nuestros impulsos -provenientes de la propia naturaleza evolutiva- de saber y de conocer, ¡porque somos apresurados!, y además, cual dogma carcelario, porque... ¡seremos castigados por la oscuridad de la razón y por los impulsos de la ira! ¡Arrepiéntete de ser un impetuoso buscador del conocimiento! ¡Arrodíllate por no comprender los designios y la infalibilidad de los Oráculos! ¡Ponte penitente, por intentar, sin temor alguno, darle rienda suelta al innato hambre hacia lo epistemológico! ¡Limpia tu alma de tal horrenda equivocación, disminuye la búsqueda de la Luz del conocimiento, no leas tanto, no ates cavos sueltos, no dudes, no cuestiones, eres un necio si pides fundamentos sabiendo que los fundamentos -cual piedra fundamental de un templo- provienen de los que ya tienen aquellos fundamentos, aquellos "cimientos" muy firmes! ¡NO! Demasiado ímpetu por saber, para luego conocer, por mas que al principio estemos confundidos, siempre, siempre, siempre, en algún instante de nuestras vidas, seremos portadores y receptores de nuestras propias revelaciones, esas chispas que nos hacen decir, sin importar el tiempo ni el espacio: "¡Ahhh, ahora ENTIENDO!"... esas chispas que nacen de una consecuencia casi indiscutible de nuestra búsqueda incesante, -por medio de nuestra determinación y de nuestra fuerza-, de la Luz del conocimiento, sin importar cuanto alimentemos nuestra mente.

¿Cual es el elemento mas poderoso del ser humano? Pues, la Razón... la Mente... y por ello, históricamente se ha impedido que dicho poder se eleve mas alto que la propia mente de quien lo impide, justamente para que el poder y el control, lo tenga este último. De esta manera, por medio de este modo de razonar ilógicamente, hemos conseguido la involución de nuestra sociedad global, a tal punto, de que aquellos que deberían tener la obligación de ser Luz y de Brillar sin límites y a tal punto de enceguecer a los demás, son los que se enceguecen a si mismos. ¿Y porque me refiero a que deberían enceguecer a los demás? Porque, por mas que los receptores de esa Luz queden momentáneamente sin ver, esa Luz que enceguece, ese conocimiento que al principio confunde, si bien el receptor no entenderá al comienzo, pero sí obrará en éste, algo mas poderoso que la Luz misma que viene desde afuera, y que es el Motivarlo para Entender, es el Motivar a que ese ciego temporal, en el preciso instante en que recobre su capacidad de entendimiento y de ver mas allá de lo evidente, lo incite a la propia búsqueda de la Luz, lo mueva a saberse y a demandarse a si mismo como así también a los demás, en el largo camino de encontrar lo buscado; y al final, ese ser que se encontraba, al principio, enceguecido por la Brillantez del otro, ese ser que se hallaba sin ver, pero que fue motivado en el camino de la búsqueda, ahora si podrá Brillar por si mismo, y como consecuencia directa y virtuosa, enceguecer a otros (motivarlos).

No huyamos de la Luz, por mas que ésta, al principio, no nos deje ver; no nos detengamos en la búsqueda del conocimiento por mas que quedemos enceguecidos por tantos datos aparentemente inmanejables por nuestra capacidad mental, sabiendo que la mente es muy poderosa y que internamente ella sabrá reorganizarlos y ponerlos en su lugar de una manera magistral, y en algún momento, todo ese embrollo de datos que antes no nos dejaba ver, se nos revelará como un conocimiento que estaba allí, adquirido y organizado por nuestra mente, para que, ahora si... podamos Mirar.



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