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05/07/2023


La Libertad (con mayúscula) es una aspiración humana que se sitúa por encima de todas las virtudes. Es un anhelo profundo de cada individuo, una búsqueda constante que nos impulsa a alcanzar su máxima expresión en nuestras vidas. Sin embargo, a lo largo de nuestra existencia, nos encontramos encadenados por dogmas de diversa índole, que limitan nuestra capacidad de ser verdaderamente libres. Entonces, ¿qué significa el concepto de Libertad en el contexto de nuestras emociones, nuestros miedos y nuestras propias acciones? y ¿cómo podemos acercarnos cada vez más a esa ansiada libertad interior?

Desde el nacimiento, nuestras mentes se ven influenciadas por dogmas carcelarios que nos condicionan y limitan. Ya sean dogmas políticos, religiosos, ideológicos o incluso deportivos, estos sistemas de creencias nos atan y nos impiden desarrollarnos plenamente. Sin embargo, aunque podamos liberarnos de ellos, como ejemplo de una cadena de la que creo que nadie se libra, es un tipo de miedo; existe un miedo constante, latente, evolutivo y a veces inconsciente, que nos persigue a todos por igual: el miedo a perder a un ser querido. Este miedo, aunque egoísta en su naturaleza, es una cadena de la cual resulta extremadamente difícil liberarse debido a nuestra naturaleza emocional y evolutiva. Podemos encontrar consuelo en la idea de la inmortalidad del alma y en la noción de que somos seres trascendentes, pero el miedo a la pérdida de un ser querido siempre estará presente. Este miedo, aunque podamos apaciguarlo y relegarlo a un segundo plano en nuestra conciencia, sigue acechándonos hasta el último día de nuestra existencia material. Es una cadena que nos ata a nuestra condición humana y que, por su propia naturaleza, resulta casi imposible de romper.

Otra fuente de limitación en nuestra búsqueda de libertad radica en nuestras propias acciones. Cada gesto, palabra, deseo, sentimiento, descuido, omisión, recuerdo, insinuación, inseguridad, intención y vicio contribuyen a una cadena que nos aprisiona psicológicamente. Nuestras máscaras psicológicas, compuestas por todas estas acciones y más, juegan un papel crucial en nuestra sensación de estar encerrados en una cárcel de cristal. Para liberarnos de estas cadenas, es necesario escudriñar nuestras acciones a través de la razón pura. Este proceso, aunque extremadamente desafiante, nos permite tomar control sobre nuestras acciones antes de que se manifiesten. Requiere un profundo autoconocimiento, una conciencia aguda de nuestras máscaras psicológicas y un compromiso constante con nuestra existencia y la de los demás. Al aplicar hábitos que prioricen la razón sobre la acción, podemos aprender de nosotros mismos, pulir nuestras imperfecciones y romper la mayoría de las cadenas que nos mantienen prisioneros.

Si bien la libertad completa puede resultar inalcanzable, debemos esforzarnos en nuestro viaje hacia la libertad interior. A través del constante uso del hábito, podemos acercarnos a esa anhelada libertad, rozándola mínimamente y sintiéndola muy cerca en nuestro interior. Al trabajar en nuestro autoconocimiento, en nuestra empatía, respeto y humildad, podemos allanar el camino hacia la libertad, liberándonos de las cadenas que nos atan y abriendo paso a una plenitud personal y espiritual.

La búsqueda de la libertad es un camino arduo, pero necesario para el desarrollo humano. Aunque nos enfrentemos a dogmas, miedos y nuestras propias acciones, podemos encontrar la libertad interior a través del autoconocimiento y el dominio de nuestras emociones y comportamientos. La libertad total puede ser inalcanzable, pero a medida que nos acercamos a ella, experimentamos una sensación de plenitud y realización que nos permite vivir con mayor autenticidad y paz interior. En consecuencia, es el compromiso constante con nuestra propia evolución y el deseo de trascender nuestras limitaciones lo que nos permitirá tocar la punta de nuestros dedos en la búsqueda de la libertad.

Lic. Nelson J. Ressio.

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18/06/2023


Los Aprendices, son, en primera instancia, el conjunto de los "Viajeros Caminantes Iniciados", que existen en una determinada Orden, porque en todos los grados, sean del 1 al 13, al 33 o al 95, etc., todos son aprendices, por el hecho de que, jamás se debe dejar de luchar contra nuestra propia e inherente naturaleza animal evolutiva (y esa naturaleza de la que hablo, es el simbolismo arquetípico de la Piedra Bruta, y es un arquetipo, porque tiene su representación en nuestro cerebro, en el Sistema Límbico, en donde se encuentra todo nuestro acervo evolutivo, esos animales, los que nos precedieron, antes de ser nosotros los Homo Sapiens Sapiens). Pero, el accionar de esos animales, al momento de nacer, son amos y señores, como es obvio al observar un niño; pero al ir creciendo, al ir incorporando intelectualidad y al ir ascendiendo en nuestra conciencia, vamos obteniendo las herramientas, (profanas, al principio), para ir domando a aquellos animales evolutivos, en forma de Egos, y que es la Piedra en Bruto, sin siquiera tocar demasiado, por medio del Mazo y del Cincel, y si una persona se interesa, naturalmente, por la vía intelectual y de elevar su conciencia por medio de la espiritualidad consigo mismo, logrará aplacar a aquellas “bestias” evolutivas del inconsciente. Pero, en ámbitos de los Aprendices (sean del grado 1º o del grado 13º o del grado 33º o del grado 95º), vamos teniendo las herramientas arquetípicas (porque tienen su representación mental) necesarias, como para ir dejando a aquella Piedra en Bruto (nuestro cerebro evolutivo, nuestro inconsciente, nuestros egos), de la manera mas cúbica posible, y cuanto mas cúbica está nuestra psique inconsciente, es decir el arquetipo de aquella Piedra, nos demuestra que hemos podido lograr usar correctamente a las herramientas, también arquetípicas, porque las mismas tienen su representación mental, ya que el mazo es la fuerza gestionada por la mano de la inteligencia, la mano derecha, y el cincel, es la que aplica y corrige a aquella piedra bruta, a nuestra psique, a través de la mano de la fuerza, la mano izquierda; porque se debe tener inteligencia para saber golpear con un Mazo, y porque se debe tener fuerza, para sostener correctamente el Cincel (en ángulo, sentido y dirección justos), al ser golpeado por el Mazo; todo esto, de manera arquetípica, por supuesto, porque todo lo anterior, se reduce, en nuestra realidad a un gran trabajo mental y espiritual no religioso, y digo no religioso, porque, pese a quien le pese las religiones, dan rienda suelta a aquellos Egos e impiden trabajar la Piedra, es decir, impiden mejorarnos como persona al aplicar sobre la psique de las personas, y desde que nacen, un dogma carcelario y totalmente destinado a adoctrinar, para luego dominar.

Aprendices, entonces, somos todos; pero si uno tiene el Grado 95, y no ha trabajado en si mismo, como para aplacar a aquellos egos, en forma de vicios, de bajas pasiones, de desvalores, etcétera, para transformarlos en virtudes, solo será una persona que ha ido a la Orden, para pasar el rato; pero en cambio, si cualquier Iniciado, de cualquier grado, dentro del Rito que sea, va incorporando sus herramientas correspondientes al grado, para su propia autosuperación y para la de los demás, ese Aprendiz, sin importar el número de grados que tenga, estará en el correcto camino hacia la perfección de la completitud del Yo, del Selbst, del Si-mismo como lo ha expresado Carl Jung, y si bien nunca llegaremos a ser perfectos; hasta que la evolución, dentro de unos miles de años atrofie mucho más nuestro cerebro evolutivo, al Sistema Límbico, y a su vez, hipertrofie más a nuestro cerebro superior o Neocortex, el cual es ese estrato cerebral que usa las herramientas iniciáticas para aplacar a todos nuestros animales evolutivos que provienen desde aquel Sistema Límbico; entonces, como si es muy claro por ahora, que nunca llegaremos a la perfección absoluta, es bien sabido que llegaremos a un alto grado de auto perfeccionamiento, pero, solamente el Aprendiz que utiliza y comprende realmente, tanto a la Piedra en Bruto (la que representa a nuestro inconsciente y sus animales evolutivos en forma de bajas pasiones) como a las muchas herramientas para trabajar aquella Piedra (herramientas que, al fin y al cabo, son arquetípicas, es decir que son un conjunto de filosofías destinadas a mejorar el Yo evolutivo y mediante aquel Selbst), aquel Aprendiz, será el que verdaderamente se conozca a si mismo, vea hacia adentro suyo, comprenda que tipos de comportamientos son dañinos para si mismo y para los demás, y los sepa corregir, para transformarlos en virtudes direccionadas hacia si mismo y hacia los demás.

Todos somos Aprendices, en lo que a la palabra estricta me refiero, y mas allá de los grados de perfección de cualquier orden iniciática, no todos saben ser Aprendices, mas allá de dichos grados de perfección. Saber ser Aprendiz es saber mejorarse a si mismo y es allí en donde cada Orden Iniciática es la que está dentro de uno, en contraste con los que no terminan de darse cuenta de la siguiente pregunta: ¿qué es ser Aprendiz?, porque, algunos sin ser conscientes de este problema, si bien están dentro de la Orden Iniciática, no se han dado cuenta que lo principal es lo opuesto, y que es, que la Orden Iniciática y sus sincretismos milenarios estén dentro de uno.

Los mencionados Viajeros del Selbst, en su esencia más profunda, conforman el conjunto de aquellos que se embarcan en el recorrido de un camino determinado. Ya sea en el primer paso o en el último tramo, estos individuos reconocen la importancia de mantener una lucha constante contra su propia naturaleza interna y evolutiva. Esta naturaleza, representada simbólicamente por una piedra bruta, reside en el recóndito rincón de nuestro cerebro, en el reino del Sistema Límbico, donde se encuentran grabados los legados de nuestros ancestros animales. Desde el momento de nuestro nacimiento, estos impulsos animales nos dominan de manera evidente, como puede observarse en los niños. Sin embargo, a medida que crecemos, adquirimos conocimientos y expandimos nuestra conciencia, empezamos a desarrollar herramientas, en principio rudimentarias, para controlar y moldear esos instintos evolutivos personificados en nuestros egos. Esta piedra bruta, que simboliza nuestra psique, comienza a tomar forma y perfección sin necesidad de recurrir en exceso al mazo y al cincel. Aquellos individuos que se interesan sinceramente por el camino intelectual y espiritual de la autorreflexión logran aplacar y canalizar esos instintos animales del inconsciente. Ya sea en el primer grado o en el trigésimo tercero, noventa y quinto, o en cualquier otro nivel dentro de una senda iniciática, disponemos de las herramientas arquetípicas necesarias que encuentran su representación en nuestra mente. Estas herramientas nos permiten esculpir y pulir nuestra psique, nuestra piedra bruta, de la forma más precisa y cúbica posible. Cuanto más cúbica se vuelve nuestra psique inconsciente, reflejo del arquetipo de la piedra, más evidencia tenemos de haber utilizado correctamente esas herramientas arquetípicas, las cuales también encuentran su representación mental. El mazo representa la fuerza impulsada por la inteligencia, la mano derecha, mientras que el cincel es el instrumento que aplica y modela la piedra bruta, nuestra psique, a través de la fuerza dirigida por la mano izquierda. Dominar el arte de golpear con precisión y sostener adecuadamente el cincel requiere tanto inteligencia como fuerza física. Todo este proceso, en su esencia arquetípica, se reduce a un arduo trabajo mental y espiritual, desprovisto de connotaciones religiosas. Debo subrayar la importancia de esta distinción, ya que, a pesar de las creencias personales, las religiones suelen desatar y alimentar esos egos, obstruyendo así nuestra labor sobre la piedra y el crecimiento personal, al imponer desde nuestro nacimiento dogmas restrictivos destinados al adoctrinamiento y al control. En consecuencia, todos somos Viajeros en el sentido más literal de la palabra, pero no todos comprenden la verdadera esencia de ser Viajero, más allá de los niveles de perfección dentro de cualquier camino iniciático. Saber ser Viajero implica conocerse y mejorarse a uno mismo, y es en ese sentido que cada senda iniciática reside en el interior de cada individuo, en contraposición a aquellos que aún no han percibido la esencia de la siguiente pregunta: ¿qué significa ser Viajero? Aunque formen parte de una senda iniciática, algunos no han advertido que la clave reside en el hecho opuesto, es decir, en que la senda iniciática y sus tradiciones milenarias están inherentemente arraigadas dentro de cada uno de nosotros.


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26/10/2020


El individuo nace de su antigua persona al haber elevado su conciencia; mientras que la persona que se mantiene en un estado de estasis respecto de lo mismo, sin poder individuar, no logra actuar sobre sus egos. 

El individuo es Terrenal y Universal; mientras que la persona es únicamente Terrenal. 

El individuo ve la utilidad del vacío existente dentro de una jarra; mientras que la persona solo ve a la propia jarra y no concibe las propiedades de su vacío. 

El individuo es Uno con la Naturaleza y con los demás seres humanos; mientras que la persona es uno con su individualismo. 

El individuo entiende a la pobreza de espíritu como una consecuencia de la riqueza de desvalores; mientras que la persona no entiende ni transforma sus propios desvalores por no comprender su pobreza de espíritu. 

El individuo entiende su lugar en el colectivo humano y natural; mientras que la persona no llega a construir su fundamental sentido de interrelación con el entorno. 

El individuo permanece en el centro y a la vez es dueño de sondear los extremos pero jamás deja de retornar hacia el centro; mientras que la persona es eminentemente extrema y descentralizada de la esencia que nos ha impreso la naturaleza desde tiempos inmemoriales. 

El individuo, aunque virtuoso en muchos aspectos, es humilde; mientras que la persona, solo se desvalora con cada uno de sus pasos, y además, no conoce la humildad. 

El individuo vive del silencio escuchándolo todo; mientras que la persona habla de todo sin llegar a vivir para escuchar nada. 

El individuo contempla la Luz desde su humana oscuridad; mientras que la persona surca por su propia oscuridad destemplando a toda Luz que esté a su alcance. 

El individuo es consciente de que el contenido es más importante que el contenedor; mientras que la persona, instintivamente, exalta el contenedor por sobre su contenido. 

El individuo ve a los ricos y a los pobres como iguales; mientras que la persona no se percata de los pobres a la par que mantiene su atención egóica sobre una constante comparación con los ricos. 

El individuo mira; mientras que la persona, ve. 

El individuo escucha, mientras que la persona oye. 

El individuo es silencioso porque ha desarrollado una constante charla hacia su interior; mientras que la persona es imparablemente ruidosa porque no le es posible entablar una mínima relación de dominio conversacional respecto de sus egos. 

El individuo logra pasar desapercibido; mientras que la persona ostenta sus trofeos sobre su efímero podio de indiferencias. 

El individuo debe desaparecer para poder llegar a ser; mientras que la persona, por medio de sus máscaras inconscientes, infructuosamente intenta ser como respuesta a sus ansias de nunca desaparecer. 

El individuo tiene porque carece; mientras que la persona carece porque tiene. El individuo no desea nada, y por ello tiene todo; mientras que la persona desea todo, y por ello no tiene nada. 

El individuo es un pensador basado en el constante análisis de su "Si Mismo" como punto de partida para construir su sabiduría; mientras que la persona es un conocedor enmarcado en el incesante escrutinio de los "si Mismos" de terceros. 

El individuo es introyectivo; mientras que la persona es disruptiva. 

El individuo ni alaba y ni concibe ser alabado; mientras que la persona vive para obtener sus cuotas periódicas de alabanzas y de ese modo poder continuar con su acostumbrada dosis diaria de muerte. 

El individuo entiende la escases y el sufrimiento como el principio de la abundancia y la felicidad siendo consciente de que todo es cíclico; mientras que la persona busca con arduo empeño a la abundancia y a la felicidad y huye de la escases y del sufrimiento porque no entiende de que todo es cíclico, aunque ese ciclo dure varias vidas y varias muertes. 

El individuo no fuerza ninguno de los hechos de posible suceder para que las cosas ocurran tal y como él no lo ha pensado, siendo dichos hechos, sus esperados acordes; mientras que la persona existe en el vano esfuerzo diario de que los hechos aún no ocurrentes se le manifiesten de una u otra forma inimaginable tal y como él lo ha pensado siendo dichos hechos, sus inesperados discordantes. 

El individuo, sin estar presente, es parte de todo y de todos; mientras que la persona que intenta estar presente en todo no logra ser parte de nada ni de nadie. 

El individuo piensa en no acaparar nada, y por eso puede obtener todo; mientras que la persona acapara todo lo que esté a su intelectual alcance, y por eso no tiene nada. 

El individuo hace de su existencia una religión, en donde su único Dios se constituye como el "politeísmo" de su "Si Mismo"; mientras que la persona hace de su religión una gran parte de su anhelada y múltiple existencia en donde su único Dios es el que proviene desde un lugar muy externo a su incomprendido "Si Mismo". 

El individuo piensa que sabe lo que siempre piensa; mientras que la persona cree que sabe lo que del exterior le ha provenido. 

El individuo muere una y mil veces para llegar a ser; mientras que la persona necesita tener para no morir una y mil veces. 

El individuo conlleva la sabiduría de la Nada gracias a sus constantes pensamientos sobre el Todo; mientras que la persona arremete con la intelectualización del Todo aunque no logre obtener la sabiduría de la Nada. 

El individuo comprende y aprehende el vacío de la Nada y por ello se siente constantemente satisfecho; mientras que la persona en todo momento se halla en un estado de insatisfacción por el hecho de no hallarle lógica alguna al vacío. 

El individuo sabe que el vacío existe porque algo lo contiene y por ello se centra en la impermanencia del contenedor para seguir conociendo todos los vacíos posibles; mientras que la persona no entiende la importancia del vacío porque ronda los extremos de la necesidad de la permanencia del contenedor, tal como si una copa fuese más importante que el vino en su interior o que el cuerpo humano fuese más importante que los actos altruistas derivados de él. 

El individuo entiende a la vida eterna a través de sus actos y ejemplos, por el hecho de ser; mientras que la persona busca el tener como para instaurar una falsedad inconsciente respecto de lo que considera inaceptable, es decir, su propia e inevitable muerte. 

El individuo sabe que la muerte es un tránsito hacia un nuevo individuo debido a que el vacío debe ser comprendido desde la vida siendo un nuevo cuerpo, su nuevo contenedor; mientras que la persona conoce o cree que la muerte es el final, y que después de ella no hay nada más que oscuridad, por el hecho de que no ha logrado comprender la importancia del vacío y su necesidad de un contenedor recurrente. 

El individuo sabe que ignora, y por intermedio de ello no ignora lo que sabe y por lo tanto sabe lo que debe saber a cada momento; mientras que la persona cree que sabe o cree que no ignora y por ello no sabe lo que sabe y no sabe lo que ignora y como consecuencia no logra llegar al saber, sino que mas bien, al creer que cree, y al creer que conoce, y por lo tanto sus momentos están repletos de creencias y no de sapiencias. 

El individuo trasciende los límites de su Si Mismo sin siquiera intentar trascenderlos; mientras que la persona, al imponerse límites, nunca conocerá su posibilidad de trascendencia y nunca logrará mirar y actuar más allá de aquellos.

Este Nuevo Mundo, que comienza el 1º de enero de 2021, no necesita personas... necesita más individuos.

Nelson J. Ressio.

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13/02/2018


Ningún Maestro Masón debería creer y soportar la Fe Religiosa, porque estaría validando una mentira, además de no haber subido peldaño alguno por la Escalera de Jacob, y ni siquiera su carne, comenzado a desprenderse de sus huesos.

Desde hace mucho tiempo que vengo explicando que dios, como ser inteligente y antropomorfo, no se constituye como una entidad existencialmente activa sobre los bastos hilos que conforman el entramado eventual del mundo de las apariencias y del mundo de las ideas (por eso lo escribo con minúscula), y lo afirmo de esta manera, casi indiscutible, tanto como que, 1 + 1 = 2, aunque aquel "casi", se aplique a esta suma, ya que, en el mundo cuántico, 1 + 1 puede ser diferente a 2, y con esto doy una muestra de que todo debe estar bajo nuestra duda y discusión. Dios, antropomorfo e inteligente, un ser tal, no existe, por esta simple razón que muy pocos explican, y que pueden comprender, ingresando en el siguiente link, de esta misma página web: 

La masonería debe dejar la mentira de lado, -sin dejar de condenarla a cada instante, señalándola, allí, en donde se encuentre-, y dejar de lado también, a la fe religiosa, en tanto que dogma, en tanto que un conjunto de "reglas" metafísicas arcaicas, las que conforman, en general, una vil mentira, y la mentira no es algo que la masonería sustente, de ninguna manera, es mas, la mentira debe ser aplastada sin piedad, mientras se enseña a los que, sin querer, propagan esa mentira, a reconocerla de manera inteligente, y a rectificar luego, y a comenzar a caminar hacia una conciencia mas elevada. Para tener moral y ética, no es necesaria la religión, ni siquiera es necesaria la masonería, pero en este último caso, la masonería está dedicada a ello, a hacer del Hombre, un Hombre Nuevo, que es capaz de reconocer la divinidad y la supremacía de la razón y de la espiritualidad introspectiva, y por ende, de reconocer que él mismo, el Hombre (en tanto que Universal, varón-mujer), tiene en frente de sí, todo el tiempo, la absoluta Posibilidad de mejorarse a si mismo, por las manos divinas de sí mismo. Algunos logran ver esa posibilidad, por el hecho de que su conciencia ya está elevada, y otros la ven a medias, debido a que están subiendo, o estancados a medio camino, quietud aquella, que solo el carácter y la determinación, se encargan de eliminar; o bien, hay otros que ni siquiera ven a aquella Posibilidad, que nombraba antes, y pasan sus vidas esperando que un ser externo a nuestra propia especie, les envíe fuerza, carácter, determinación, moral, ética, intelecto, trabajo, disciplina interna y un gran etcétera, sabiendo que es aquella Posibilidad, (y aquí si, con mayúsculas), la que tenemos a nuestro alcance, para conseguir, por nuestros propios medios, las virtudes antedichas. No hay mas Dios que el propio Ser Humano.

Ningún Maestro Masón debería creer que la Fe Religiosa es algo discutible siquiera, con el argumento de que, podría existir alguna posibilidad de que sea cierta. Como no muchas personas lo saben, no es cierta ninguna creencia en divinidades que no provengan, a modo de virtudes, desde dentro del propio ser humano y construidas por él mismo, debido a la misma razón explicada por mi, aquí, en estas líneas, pero mejor aún, demostradas por la Razón, en mi artículo que adjunto, en el link precedente.


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01/12/2017


Explorando las profundidades de la psique humana y las complejas interacciones entre virtud y sombra, la imagen precedente, nos sumerge en un fascinante laberinto de pareidolia y reflexiones existenciales. A través de un lenguaje intenso y evocador, se plantea la familiaridad inquietante de unas manos y cómo estas representan tanto la conexión con lo conocido como la amenaza para aquellos que carecen de virtud. En este texto, nos adentraremos en un viaje de introspección y análisis, donde la sabiduría, la ética y la moral se entrelazan con las sombras de la mente, revelando intrigantes paradojas y revelaciones inesperadas.

La fascinación por las manos y su poder evocador es un fenómeno que ha intrigado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. En la obra anterior, se plantea la sensación de familiaridad que pueden generar estas extremidades, aunque de manera irracional. Es interesante observar cómo nuestra mente, llena de sombras y divagaciones, puede desencadenar pareidolia, llevándonos a encontrar patrones y reconocer familiaridad en lugares inesperados. Es como si nuestras psiques atormentadas buscaran constantemente significado y conexión en el mundo a nuestro alrededor. Sin embargo, hay una dicotomía evidente entre aquellos que poseen una moral, ética y sabiduría elevadas, y aquellos que carecen de estas virtudes. En la imagen que se plantea, esas manos familiares parecen no comprender los valores y perspectivas sabias, e incluso llegan a actuar en contra de ellos. Surge entonces la paradoja de que incluso siendo la encarnación de la moralidad, la ética y la sabiduría, uno puede convertirse en una amenaza para aquellos que carecen de estas virtudes. Aquellos que se sienten amenazados buscarán destruir al individuo sin que la culpa pese en sus conciencias, aunque la culpa esté presente, latente y reprimida en lo más profundo de su inconsciente. Este proceso de destrucción puede ser comparado con la acción sigilosa de una araña que, poco a poco, succiona los jugos internos y putrefactos de sus víctimas. Curiosamente, aquellos que actúan como victimarios terminan siendo también víctimas de sí mismos. Las balas que se arrojan hacia el objetivo finalmente se estrellan contra un espejo de hierro, reflejando la realidad de su propia culpabilidad.

La imagen nos invita a reflexionar sobre la complejidad de las interacciones humanas y las sutilezas del comportamiento humano. Nos muestra cómo las percepciones subjetivas pueden influir en nuestras relaciones con los demás, generando un constante juego de pareidolia psicológica. Además, nos revela la paradoja de que incluso aquellos que encarnan la virtud y la sabiduría pueden ser considerados una amenaza para aquellos que carecen de estas cualidades. En definitiva, la reflexión y la introspección son fundamentales para comprender la complejidad de nuestras propias psiques y las dinámicas que se establecen en nuestras interacciones sociales. No podemos ignorar las sombras que habitan en lo más profundo de nuestra mente y, al mismo tiempo, reconocer que la virtud y la sabiduría pueden convertirse en armas poderosas en el juego de la vida.

Como afirmó Carl Jung, "quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta". Por lo tanto, es importante explorar nuestras sombras y comprender cómo nuestras propias acciones pueden influir en los demás, incluso cuando estamos convencidos de que nuestro camino está guiado por la moral, la ética y la sabiduría. Solo a través de esta conciencia y aceptación de la complejidad humana podremos navegar por las turbulentas aguas de las relaciones humanas con mayor claridad y compasión.

En un fascinante y profundo recorrido por la psicología humana, la imagen de arriba nos invita a reflexionar sobre la complejidad de nuestras interacciones y la importancia de la introspección. A través de metáforas poéticas y un estilo enigmático, se nos revela la paradoja de cómo la virtud puede convertirse en amenaza y cómo nuestras acciones tienen repercusiones en los demás. En última instancia, esa imagen nos impulsa a explorar nuestras sombras internas y a cultivar una comprensión más profunda de nuestra propia humanidad, con la esperanza de establecer relaciones basadas en la empatía y la compasión.


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16/04/2015


La lealtad, es todo aquello que requiere un cumplimiento de ciertas normas de 
fidelidad y de honor. 

Es decir, la Lealtad consiste en una relación biunívoca entre dos o mas personas, fundamentadas estas, en acciones y palabras, revestidas ambas, de una total sinceridad y honestidad.

La lealtad es una norma de convivencia para aquellas personas que lo único que las separa entre ellas, es el respeto mutuo. Si desaparece el respeto, lo primero que se daña es la Lealtad entre las personas.

Y es aquí donde se encuentra el gran problema de esta sociedad conformista con todo lo estándar, con todo lo "normal" y con lo mayormente visto, leído, escuchado, etcétera, de entre el común de la sociedad; es aquí justamente donde se percibe el momento preciso, en el que la Lealtad entre dos o mas personas, se fractura, se daña, se disgrega, comienza su descenso hacia la desilusión y hacia la disolución, sabiendo que una de estas personas, puede llegar a ser una persona "fuera de lo normal, de lo estándar".

Cuando cierta persona percibe que una ha dejado de serle leal a otra, u a otras, se debe preguntar primero, el porque de semejante daño entre ellas; se debe preguntar a si misma, ¿porque tal o cual persona aparentemente dejó de serle leal a otra, u a otras? Porque, practicar y reforzar la lealtad, es un hábito maravilloso, pero no a cualquier precio. La lealtad, solo es digna de ser portada por personas de una incuestionable moralidad, de una innegable honorabilidad y de un aleccionador sentido altruista. Allí, entre dos o mas personas, siendo todas éstas, acreedoras de dichas virtudes, la lealtad brilla por medio de un fulgor tal, que a muchos seres humanos los enceguecería, pero a aquellos virtuosos, solo los ilumina cada vez mas. Entonces, como sabemos, en todos los ámbitos de nuestra vida, cada cosa u evento tiene un límite... hasta el mismísimo universo, por lo que, la lealtad no se escapa a esta ley fundamental. Y el límite se hace visible, en el preciso momento en el que una o varias personas, dejan de portar aquellas virtudes de moralidad, honorabilidad y altruismo. Y es aquí, dentro del curso de nuestra propia historia, en el que nos debemos cuestionar lo siguiente: ¿por cuales otras características fueron reemplazadas aquellas virtudes? Y la respuesta es clara, y si bien no es necesario detallarla, la dejaré expresada a modo de darle un orden a este pensamiento; y se basa en todo disvalor que raya con la falta de ética, con la falta de empatía y con una hipocresía a todas vistas.

Cuando sucede lo anterior, cuando una persona pasó de ser un individuo de conducta intachable, una persona de bien, basada en el respeto y en el interés por los demás, fundamentada en la imposibilidad de ser la propia génesis de un determinado daño hacia otro, u a otros; en definitiva, cuando nos damos cuenta de que la verdadera identidad conductual de cierta o ciertas personas, es totalmente contrapuesta a las virtudes recién nombradas, es allí mismo en donde ocurre un primer quiebre -aunque no definitivo- en aquella lealtad biunívoca hacia otro, u a otros. Y expresé, "no definitivo" porque no podemos dejar que se dañe la lealtad al primer atisbo de algún defecto percibido en el otro, sabiendo muy bien, que también nosotros somos portadores de similares defectos. La lealtad debe permanecer incólume ante múltiples pruebas, las que empujan a sus portadores a enfrentarse sobre las arenas de las adversidades. La lealtad no debe sucumbir en la primera percepción de los disvalores que tengamos, ni siquiera en la segunda, ni aún en la tercera, ya que la lealtad, así como sucede con las personas, surcan los caminos escabrosos de la vida, de las heridas, y de la tendencia hacia la perfectibilidad. No podemos llegar al destructivo extremo del egoísmo, para requerir del otro, u otros, una lealtad sin altibajos, sin resquebrajamientos, sin imperfecciones, porque todo lo anterior se encuentra de manera innata en el Ser Humano.

Ahora bien, la lealtad llega a su límite de tolerancia, cuando la pesada carga de disvalores, respecto de quien -o de quienes- somos leales, deja de ser temporal, debido a ciertas condiciones conductuales adversas dentro de un determinado vínculo humano, por lo que, dichas condiciones pasan a ser una constante repetitiva en el tiempo, es decir, con palabras mas expresivas, pasan a conformar una verdadera faceta de quien -o de quienes- antes portaban las máscaras de aquellas virtudes, y es allí mismo, luego de un largo tiempo, cuando recién conocemos la auténtica faceta de quien -o de quienes- nos miraban con aquellas máscaras plásticas de unas supuestas virtudes que nunca existieron. Es aquí entonces, en donde no nos podemos permitir que la lealtad propia, la lealtad que portamos nosotros mismos y hacia nosotros mismos -y también hacia otros individuos que se merezcan nuestra lealtad-, sin máscaras de ningún tipo; sea afectada negativamente, sea degradada, resquebrajada. A pesar de esto, nuestra lealtad se debe mantener indemne, porque si bien, habrá personas que ya no se merecerán nuestra lealtad, por portar aquellos disvalores, largamente en el tiempo y en el espacio, existe infinidad de personas en las cuales, la honorabilidad, la moral, la ética y el sentido altruista, son sus valores primordiales.

No debemos entonces, ser leales a ninguna persona, grupo de personas, ente de cualquier tipo u organización de la característica que fuera, si todas las anteriores entidades no se fundamentan, de manera sine qua non, en los valores y las virtudes anteriormente expresados. No nos debemos permitir que nos aplasten nuestra lealtad, pero tampoco debemos permitirnos ser leales a toda costa, sin comprobar fielmente, que o quienes, son verdaderamente aquellos a los que les destinaremos nuestra lealtad.

La lealtad no se vende, es intransferible, no es una moneda de curso legal, no es pasible de canje alguno, no debe sufrir por las acciones de las mas nefastas conductas humanas. La lealtad debe ser eterna e inquebrantable, pero, contrariamente a ello, lo único que debe variar, es a quien -o a quienes- se la confiamos, no por un cambio dentro del que la consigue mantener impertérrita hasta su muerte, sino que, por aquellos que se saben vestir de una u otra cosa, dependiendo del momento y de la suerte que elijan para su propio y egoísta beneficio.


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