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10/01/2015


En este artículo, trataré el tema respecto del denominado por muchos como, el profeta de las tinieblas, quien fue, nada mas y nada menos que: Julio Verne, quien, a través de su novela póstuma “el Eterno Adán”, y por intermedio de uno de sus personajes, encuentra un manuscrito, el cual alberga entre sus líneas, la siguiente conclusión, respecto del progreso humano; dicho manuscrito dice así: “el progreso no es indefinido. La ciencia y la técnica no se transmiten a través de los siglos, sino que es necesario redescubrir y reinventar todo periódicamente, tras los cataclismos cíclicos que retrotraen al hombre a las tinieblas del primitivismo. Lejos de ser lineal, la evolución es una espiral que retorna indefinidamente sobre si misma, en la que los aciertos y los errores, el surgimiento, auge y decadencia de las civilizaciones, se repiten a distintos niveles. Hemos salido de las tinieblas y a ellas volveremos, una y otra vez.”

Este, muy visionario escrito, detalla la destrucción de una civilización muy remota, debido a un cataclismo que alcanzó a todo el planeta. Y uno de los pocos sobrevivientes, entre ellos, científicos incapaces de trascender con su ciencia, hacen cambiar de opinión a un sabio gobernante, que Julio Verne coloca en un futuro remoto, quien antes que este gobernante leyera aquel manuscrito, era poseedor de la idea de que el progreso era perpetuo.

Lo anteriormente mencionado, es, ni mas ni menos, el milenario mito de la Atlántida hundida, la Eterna Recurrencia de las catástrofes que regeneran a la humanidad.

Muchos han dicho, que lo detallado en el manuscrito, en la novela póstuma de Julio Verne, responde a un estado de pesimismo del que Verne era poseedor en sus últimos años de vida, pero, de todas maneras, Julio Verne ya estaba en posesión de dicha idea, -pesimista o apocalíptica-, cuando, en su novela, “Cinco semanas en globo”, escribió lo siguiente, con tono de exclamación: “la ciencia va a devorar al hombre”. Mientras que uno de sus personajes reflexionaba lo siguiente, al mismo respecto: “será tal vez una época muy desdichada aquella que la industria lo absorba todo en su provecho. A fuerza de inventar máquinas, los hombres se harán devorar por ellas. Yo me he figurado siempre que el último día del mundo será aquel en que alguna inmensa caldera, calentada a miles de millones de atmósferas, haga saltar nuestro planeta” a lo que otro personaje contesta: “y yo añado, que no serán los americanos los que menos contribuyan a la construcción de esa caldera”.

Profecías, -o para hacerlo menos dramático-, previsiones, como las dos expresiones de parte de los dos personajes de la mencionada novela de Verne; vertidas en plena guerra de Secesión americana, unos 70 años antes de que Einstein propusiera a Roosvelt la construcción de un arma atómica, la cual, y con el pasar del tiempo, se convertiría en el terror de toda conciencia que evaluara una guerra nuclear, capaz de borrar de la faz de la tierra, a todo lo que se denomine vida; dichas previsiones disfrazadas de profecías, han convertido a Julio Verne, en un hombre visionario, quien recibió, como es de esperar, rechazos de todo tipo debido a sus inquietantes afirmaciones, a través de los personajes de sus novelas, lo cual no es mas que el resultado de la creatividad y de la capacidad intelectual de Julio Verne.

Escritor prolífico que se adelantó muchos años a su época, diseñando, creando e instalando, -por medio de sus palabras-, desde telescopios hasta una completa descripción de lo que sería la carrera espacial entre EE. UU. Y Rusia. Incluso, Julio Verne sitúa el emplazamiento resultante de su visionada carrera espacial, en Cabo Town, florida, muy próximo a lo que, hoy en día, es Cabo Kennedy, en donde, -y siempre por medio de sus palabras escritas-, emplaza su cañón espacial de 300 metros para lanzar los viajes espaciales. Incluso se le ocurrió anteponer a los viajes tripulados por humanos, a animales, al estilo de la perra Laika, que supuestamente enviaron los rusos al espacio, un tiempo antes que los estadounidenses.

Incontables inventos actuales, pasaron por la mente de Julio Verne, la bomba de fragmentación, el cine audiovisual, las torturas con descargas eléctricas, la contaminación ambiental, los drones, los grandes e imponentes edificios de hoy en día, y un gran etcétera.

De todas maneras, no es lo único que esa gran mente previsora de Julio Verne, puso sobre la mesa de las posibilidades, ya que, además de que sus escritos cargan un gran contenido previsor, técnico, científico, explícito, etcétera, también cargan entre sus líneas, innumerables contenidos implícitos, es decir, velados por metáforas o bien, alegorías, las que ocultan un significado alterno a lo escrito. Es decir, dentro de los escritos que se encuentran a la vista de todos, solo para algunos son pasibles de entendimiento y de comprender su real significado.

Dichos textos velados, ocultos por un manto simbólico, Julio Verne intentó, -y creo yo que con mucho éxito-, poner de manifiesto diversos, y muy coloridos, contenidos arquetípicos que se ocultan en lo mas profundo de nuestra psique inconsciente.

Como consecuencia de lo anterior, y de una frase expresada por el propio Verne, de que “había que leerle y no interrogarle”, incontables investigadores de este enigmático escritor, se lanzaron a tratar de descifrar aquellos contenidos ocultos dentro de las obras de Verne. Dando como resultado, un sinnúmero de interpretaciones simbólicas y mitológicas, contribuyendo con esto, a que Julio Verne, se armara de un halo de escritor, con todas las letras.

Mitología y esoterismo, son dos pasiones que Verne imprime con mucha dedicación y pasión, en cada una de sus obras.

En cuanto a lo esotérico, él supo aplicar magistralmente sobre sus palabras escritas, aquellas doctrinas filosóficas solo reservadas para una pequeña porción de adeptos cualificados, y que han sido previamente iniciados en dichas doctrinas, enseñanza oculta de carácter espiritual con uno mismo, y no así, con una supuesta deidad externa y con forma humana.

En lo que respecta al término “iniciación”, éste se refiere al proceso solemne de introducción de una persona, a los senos de una religión o bien, al interior de sociedades o escuelas filosóficas, por medio de rituales muy arquetípicos, destinados a marcar espiritual y positivamente al iniciado, dando lugar a que éste tenga acceso a un nivel de vida por encima de la existencia ordinaria, que no quiere decir, por encima de los demás, sino que, por encima de si mismo, mejorándose como persona de manera constante, hasta el día de la muerte.

Y sumado a esto, -a esas innegables representaciones arquetípicas que Verne imprimió sobre sus líneas de texto, como símbolos que tienen sus correspondientes mentales, tanto en estado de vigilia, como en el mundo de lo onírico-, se suma una característica mas, algo mas que se escondía detrás de la personalidad de Julio Verne, y que es la de ser un iniciado en aquellas doctrinas espirituales, es decir, en el esoterismo, quien, aparentemente, actuaba por encargo de una sociedad secreta… la Sociedad de la Niebla.

Sus altos conocimientos de los antiguos misterios, egipcios, hebreos y griegos, sumado a la pertenencia a una muy reservada sociedad secreta, denominada, “la Sociedad de la Niebla”, en la cual pudo incluir entre sus adeptos, a una muy importante cantidad y calidad de personas del arte y de la literatura francesa de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Pero, ¿porque sus obras revisten un carácter de perpetuidad sin desvalorización alguna con el paso de los años? La respuesta, está, no solamente en las historias narrativas en si mismas, sino en la carga arquetípica de ellas, desde éstas hasta sus propios personajes.

Como buen escritor, pone de manifiesto, aunque de manera oculta entre sus líneas, la idea simbólica del “gran viaje”, en la búsqueda de un “gran secreto”, de un ideal o un objeto revestido de un aprecio colectivo, siendo todo esto, sumado al anhelo del alma humana y al accionar de los héroes míticos y de los iniciados en el esoterismo, la columna vertebral de todas sus novelas.

Los personajes de sus novelas, son inexplicablemente guiados hacia su coloridos destinos, como si existiera, a la par de ellos, un ser invisible que le ayudara para llevar a cabo tales hechos. Y yo me pregunto, ¿no es esto una manera de intentar resaltar todo lo sagrado para el hombre?

Y en la novela de Verne, en donde se reflejan de una manera muy evidente para muchos, su condición de iniciado en aquellos misterios, o al menos, que los conocía muy bien, es en la novela, “Viaje al Centro de la Tierra”, emanando de sus líneas, sus profundos significados esotéricos, en donde sus personajes deben, literalmente, descender al centro de la tierra, pero de manera velada, dichos personajes, lo que realmente se encuentran haciendo, es un descenso a los infiernos, una persistente búsqueda para hallar el centro de ellos mismos, en la búsqueda que impulsan las doctrinas esotéricas milenarias. Esta novela, es considerada como una verdadera transformación del yo interior, de sus profundas psiques de los personajes. Incluso, mientras que el joven Axel, sigue las instrucciones cifradas, propias de un alquimista, el profesor Lidenbrock se convierte en su maestro iniciador en aquellas doctrinas, debido a que, el propio nombre Lidenbrock, es una contracción de lid y brocken, que podría tener la siguiente significancia: “el que rasga los parpados”, es decir, el que le hace abrir los ojos a Axel, con tal magna visita a los infiernos, o bien, a los interiores de la psique, para luchar con sus propios egos, destruirlos, y volver a resurgir hacia la luz de la superficie, como un hombre renovado.

Y hay mucho más sobre este enigmático escritor. Hay tanto mas que no alcanzarían las horas contenidas en un año para hablar de él y de sus escritos maravillosos.

Pero sigamos un poco mas, descorriendo el velo de misterio y de profeta, que este autor supo colocar sobre todos sus textos.

En la obra “Clovis Dardentor”, de 1896, su propio titulo arroja una indicación del propio contenido de la novela, y es que, dicho título, es un anagrama de otra frase, la cual es: “el Oro Ardiente de Clovis”. Novela que, entre sus líneas, Verne deja entrever que es poseedor de ciertas claves para desentrañar una historia de aquella época, y que hoy en día, pasó al conocimiento de muchas personas, gracias a la novela, -sumada a la película-, del autor Dan Brown “el Código da Vinci”, en donde se hace alusión, tanto en esta novela, como en la de Verne, a un supuesto tesoro hallado por Bérenger Saunière, párroco de la localidad francesa de Rennes-le-Château, mientras descifraba unos pergaminos que encontró en el interior de una columna de la iglesia en el que era su párroco, lugar que también se sospecha, de que fue el destino del santo grial, o bien, el destino de la sangre real, es decir, de la propia descendencia de Jesús.

Bérenger Saunière continuó restaurando su iglesia, hecho que le llevó a realizar nuevos descubrimientos, los cuales, e independientes de la naturaleza de los mismos, Saunière pudo llegar a amasar una fortuna muy importante, evento que le dio la oportunidad de modificar su iglesia, de tal manera, que la revistió por dentro con innumerables símbolos esotéricos y místicos, de todo tipo, e incluyendo, en dichas modificaciones, una especial distribución de todo lo concerniente al interior de la iglesia, distribución ésta, que se aleja –y mucho- de lo que debería poseer una iglesia, para acercarse mas a lo que sería un antiguo templo en donde se enseñaban los antiguos misterios esotéricos.

Jamás se descubrió, -o al menos, lo que el común de la gente sabe-, tesoro alguno, ni ningún secreto que le pudiera haber llevado al extremo de vender su silencio, o que pudiera haber sido algún engranaje de una conspiración desconocida.

Y justamente, -y recordando la novela de Verne que nos trajo por estos lados históricos, con un anagrama en su titulo: “Clovis Dardentor”-, el rey Clovis (o Clodoveo) fundador de la dinastía de los Merovingios, de la cual era miembro, nada mas y nada menos que Maria Magdalena, y que el pueblo Rennes-le-Château, pudo haber sido la capital de los Merovingios. Entonces, además de las similitudes detalladas antes, el rey Clovis, de la vida real, se condice con el nombre de la novela de Verne. Recordemos, “Oro Ardiente de Clovis”… ¿a que habrá hecho alusión Julio Verne? ¿a un supuesto tesoro de oro del rey Clovis? ¿A María Magdalena? ¿Por qué oro ardiente?... Mas allá de todas las cuestiones que se puedan desprender de esto, algo queda muy en claro, y es que, Julio Verne conocía muy bien, cierto secreto ancestral alrededor de la iglesia de Rennes-le-Château, y demás cuestiones de la zona en donde vivieron los merovingios. Pero, ¿quien colocó en conocimiento de Verne, dichos secretos? ¿Fue la sociedad secreta a la que él pertenecía, denominada, “la niebla”, la que lo hizo?

Esta sociedad, denominada primeramente como “la Sociedad Angélica”, por su fundador, Lionés Gryphe, quien se inspiró en otra sociedad de origen griego, denominada Nephes, cuya traducción es, la niebla, nombre arquetípico que representa al principio universal, a la palabra dicha en el principio de los tiempos, a la verdad inocultable, al primordial Om, a ese supuesto caos que dio origen a nuestro ordenado universo.

Luego de varias desdichas en los últimos años de la vida de Verne, ésta se torna oscura, y el pesimismo que lo invade, comienza a contrastar con el optimismo con el que se valió para escribir sus primeras novelas. Se recluye en una solitaria y asocial vida de comarca, pero sin dejar de escribir, y aquí es donde se refleja la amenaza de la ciencia para el hombre, como una herramienta de perturbación, subordinada al dinero y manipulada por antihéroes locos.

Esta nueva faceta de Verne, ¿era como resultado de su supuesto pesimismo, o bien de un optimismo muy bien informado? ¿Alguien puede dudar de que lo expresado anteriormente en nuestros días no se esté dando en ningún lado?

Para cerrar, Julio Verne, el genial creador de mundos enteros, deja un epitafio para que sea escrito sobre su tumba: “hacia la inmortalidad y la eterna juventud”.



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